Por una
Colombia unida y en paz
"Les
ruego por la misericordia de Dios que no se acomoden al mundo presente, antes
bien
transfórmense
mediante la renovación de su mente, de forma que puedan distinguir cuál es
la voluntad
de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto"
1. Los
obispos católicos de Colombia nos hemos reunido en la 117ª Asamblea Plenaria
para elegir las nuevas directivas de la Conferencia Episcopal y para considerar
y discernir la realidad nacional, con la esperanza de que todos ayudemos a
hacer de nuestro país un lugar donde predomine
la unidad y la reconciliación.
2. Los
colombianos no podemos acostumbrarnos a las variadas formas de violencia que siguen
marcando nuestro presente y generan un sentimiento creciente de inseguridad en la
población, como está sucediendo en el Suroccidente del país y en otras
regiones, situación que miramos con gran preocupación. No podemos acostumbrarnos a que el poder de las armas, de la
ilegalidad, de la corrupción egoísta y del narcotráfico siga cobrando la
vida de muchos compatriotas, especialmente adolescentes y jóvenes, y destruya
la rica biodiversidad de nuestras tierras y mares.
Ante este
panorama, “lo bueno, lo agradable y lo perfecto” consiste en reconocer la infinita
dignidad de cada persona y el cuidado que le es debido; en proteger las
instituciones legalmente constituidas que son la base de nuestra democracia; en
hacer respetar nuestra casa común, tan rica de bienes materiales, ambientales,
culturales y saberes ancestrales.
3. No podemos acostumbrarnos al debilitamiento
de la institución familiar y de la obra educativa, lugares originarios
donde se arraigan los valores y virtudes de una sociedad. Percibimos que
nuestros niños y jóvenes están expuestos a muchos peligros y corren el riesgo
de crecer sin orientación moral, tristes y sin esperanza. Aquí, “lo bueno, lo agradable
y lo perfecto” es apoyar a las familias en su crecimiento espiritual, emocional
y social, así como asegurar un modelo educativo capaz de promover los valores
de la responsabilidad, el amor, la verdad, la solidaridad, la justicia y la
equidad.
4. No podemos acostumbrarnos a la polarización
política e ideológica que impide al país avanzar y lo hunde en la incertidumbre.
Si bien es cierto que estamos en una sociedad pluralista, también se ha de
considerar que la defensa a ultranza de posiciones que no aceptan la confrontación,
ajenas a un proyecto común de país, en nada ayuda a la consecución de la paz.
Ante esta tentación, en cambio, “lo bueno, lo agradable y lo perfecto” es
reconocer con humildad la diversidad de pensamientos y visiones, y la rica posibilidad
que ofrece el diálogo sincero y profundo. A pesar de las diferencias es posible
estrechar lazos de amistad social, generar una auténtica cultura del encuentro,
mirar más allá de intereses particulares o grupales y entrever el mayor bien
para todos, confiando, además, en que los liderazgos en favor del bien común
son posibles.
5. Estas
urgencias que señalamos suponen, como lo indica el Apóstol, una “renovación de la
mente” que incluye superar la lógica del
individualismo y la búsqueda egoísta de bienes particulares, que sólo produce
inequidad y exclusión, y dificulta el trabajo por una Colombia unida y en
paz. En este propósito de renovación, como Iglesia, queremos escuchar a todos y
dialogar con franqueza. Queremos fortalecer los vínculos con las realidades e
instituciones de la sociedad que se esfuerzan por promover el desarrollo integral
de la persona, especialmente de los que tienen menos y sufren mayor marginación.
Queremos
contribuir a la búsqueda de caminos de crecimiento para nuestra nación.
Seguiremos, con la fuerza de la fe, ofreciendo misericordia y proponiendo la buena
noticia de Jesucristo, seguros de que en Él ninguna esperanza queda defraudada.
Convencidos de que toda persona es un potencial de esperanza, invitamos a cada compatriota
para que contribuya, con sus dones, en la construcción de un mejor país.
6. Nuestra
Asamblea se concluye con la celebración del XIII Congreso Nacional Misionero,
evento en el que recordamos a tantos hombres y mujeres que en nuestra tierra han
entregado sus vidas por la causa del Evangelio. Renovaremos nuestro compromiso de contribuir al bien de Colombia siendo
testigos de la fe y pregoneros de la gracia del buen Dios por todos los
rincones de nuestro territorio y más allá de nuestras fronteras. Nuestra Señora
del Rosario de Chiquinquirá, patrona de nuestra nación, nos acompañe a todos en
este instante vital de nuestra Patria.
Bogotá,
D.C., 04 de julio de 2024, Fuente:
Conferencia Episcopal de Colombia.
+ Francisco
Javier Múnera Correa, IMC
Arzobispo
de Cartagena
Presidente
de la Conferencia Episcopal
+ Gabriel
Ángel Villa Vahos
Arzobispo
de Tunja
Vicepresidente
de la Conferencia Episcopal
+ Germán
Medina Acosta
Obispo
Electo de Engativá
Secretario
General de la Conferencia Episcopal