Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Les dijo: “Permanezcan en la casa
donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un
lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de
sus pies, en testimonio contra ellos”. Entonces fueron a predicar, exhortando a
la conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos,
ungiéndoles con óleo.” Marcos 6, 7-13.
Un
discípulo de Cristo es una persona que debe tener conciencia de su propio ser. Es un enviado de Dios. Habla en nombre de
Dios. Se comporta de acuerdo a la ley de Dios. Cumple los deberes que el mismo
Dios le ha propuesto. Comunica fielmente el mensaje de Dios. Utiliza muy bien
los poderes que Dios le ha dado. Vive en hermandad con los demás.
Históricamente existen muchos que lo lograron y son modelos también para
nosotros. Por ejemplo: Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva
(cfr. Génesis 12, 1-3)
Moisés escuchó el llamado de Dios:
ve, yo te envío (Éxodo 3,10). Jeremías escuchó la voz de Dios que le decía:
“Irás adonde quiera que te envíe”. (Jeremías 1,7). Nuestra querida Madre del
cielo, se sometió a lo que la Palabra divina le indicara. (cfr. Lucas 1, 38).
San Juan Bautista fue un excelente precursor del Maestro. (cfr. Marcos 1, 7-8).
El
Papa Francisco propone tres actitudes para un buen discípulo: Es necesario buscar
a Dios, tener un corazón abierto al llamado de Dios, alguien que se deje
interpelar por la Palabra de Dios. El
buen discípulo quiere vivir en comunión con Dios. El Maestro dice: “Ven y lo
veréis” (Juan 1, 39). Encuentra a Dios y se queda a vivir con Dios. El discípulo anuncia la experiencia que ha
tenido con Dios. (cfr. Ángelus, 14 de enero, 2024).
El
buen discípulo debe gozar de una excelente dieta: Un Pan y una copa de vino
cambian sustancialmente el futuro de un buen líder del Maestro de Nazareth. El
Pan de la Palabra, el Pan de los signos, el Pan de la Eucaristía. El Pan de la
Palabra de Dios se sirve en la Eucaristía, se proclama, se medita, se instala
en el corazón del creyente, es la sabiduría de ese Dios que ofrece su Reino
como principio de salvación.
Con la
bendición de Dios y la fe se puede transformar el mundo e incluso con ese mismo
signo han recibido gracia tras gracia, cantidad de generaciones. El
discípulo depende de la Eucaristía.
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