7 de julio 2024. “¿Por qué permanecemos apáticos e indiferentes ante las injusticias del mundo?”, fue una de las preguntas para la reflexión que ha dejado el Papa Francisco en su homilía de la misa celebrada este domingo en la Plaza de la Unità D’ Italia, en Trieste, con motivo de la Semana Social de los católicos de Italia.
El Santo
Padre recordó que “para despertar la esperanza de los corazones afligidos y
sostener las fatigas del camino, Dios siempre ha suscitado profetas en medio de
su pueblo”.
Jesucristo “vive la misma experiencia que los
profetas. Vuelve a Nazaret, su patria, entre la gente con la que creció, y sin
embargo no es reconocido, incluso es rechazado: Vino entre los suyos, y los
suyos no le recibieron (Juan 1, 11)”.
el rechazo a Jesús, era por su humanidad: “El obstáculo que impide a esta
gente reconocer la presencia de Dios en Jesús es el hecho de que es humano, es
simplemente el hijo de José el carpintero”.
“Hermanos y
hermanas, éste es el escándalo una fe basada en un Dios humano, que se abaja
hasta la humanidad, que se preocupa por ella, que se conmueve por nuestras
heridas, que toma sobre sí nuestro cansancio, que se parte como pan por
nosotros”.
El escándalo de la fe
E invitando
a ponernos ante el Señor y mirando los conflictos sociales de la actualidad, “que
hoy necesitamos precisamente esto: el escándalo de la fe. No de una religiosidad encerrada en sí misma, que levanta la mirada al
cielo sin preocuparse de lo que ocurre en la tierra y celebra liturgias en
el templo olvidándose del polvo que corre por nuestras calles”.
“el
escándalo de la fe”, es “una fe enraizada en el Dios que se hizo hombre y, por
tanto, una fe humana, una fe de carne, que entra en la historia, que
acaricia la vida de las personas, que cura los corazones rotos, que se
convierte en levadura de esperanza y semilla de un mundo nuevo”.
“es una
fe que despierta las conciencias de su letargo, que pone el dedo en las llagas
de la sociedad, que plantea interrogantes sobre el futuro del hombre y de
la historia; es una fe inquieta, que ayuda a superar la mediocridad y la pereza
del corazón, que se convierte en espina clavada en la carne de una sociedad a menudo anestesiada y
aturdida por el consumismo. Es, sobre todo, una fe que disipa los cálculos
del egoísmo humano, que denuncia el mal, que señala con el dedo la injusticia,
que perturba las tramas de quienes, a la sombra del poder, juegan con la piel
de los débiles”.
“la infinitud de Dios se esconde en la miseria
humana, el Señor se agita y se hace presencia amiga precisamente en la carne
herida de los últimos, los olvidados y los descartados”.
El escándalo de las pequeñeces
¿por qué no nos escandalizamos del mal
rampante, de la vida humillada, de los problemas del trabajo, del sufrimiento
de los emigrantes?
¿Por qué permanecemos apáticos e indiferentes ante las injusticias del mundo?
Seamos profetas
y testigos del Reino de Dios, en la vida cotidiana. Como “Jesús vivió en su
propia carne la profecía de la cotidianidad, entrando en la vida cotidiana y en
las historias de la gente, manifestando la compasión de Dios dentro de los
asuntos humanos y frágiles de la humanidad herida. Y por eso, algunos se
escandalizaron de Él”,
Dijo. “Estamos llamados a ser profetas y testigos
del Reino de Dios, en cada situación que vivimos, en cada lugar que
habitamos”.
Alimentemos
“el sueño de una nueva civilización fundada en la paz y la fraternidad; no nos
escandalicemos de Jesús sino, al contrario, indignémonos ante todas aquellas
situaciones en las que la vida es brutalizada, herida y asesinada”.
“Llevemos
la profecía del Evangelio en nuestra carne, con nuestras opciones antes que con
las palabras”. Fuente: Catholic Net Johan Pacheco. Imagen de Vatican. Va.