Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
El que ama
a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; y el que ama a su hijo
o a su hija más que a mí no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue
no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá; y el que pierda su vida
por mí la encontrará.
El que los recibe a ustedes me
recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquel que me envió. El que recibe a
un profeta por ser profeta tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe
a un justo por ser justo tendrá la recompensa de un justo.” °°° Mateo 10, 34 –
11,1.
La
Escritura nos permite conocer el manual del misionero. Algo así como el ABC
del misionero. El Vademecum del misionero. Cuando un creyente se ajusta al
manual, cumple muy bien su misión. Entiende que los asuntos de la fe no son tan
fáciles. Siempre habrá enemigos, personas críticas, perseguidores. Razón tuvo
el Maestro al decir: “El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí”.
Los
afectos y los sentimientos cuando no han recibido una buena formación
espiritual y ética, se convierten en un impedimento para el cumplimiento de la
misión. Esta cláusula se cumple en todos los órdenes de la vida humana. Por
ejemplo: Una buena vida matrimonial, depende de las decisiones que la persona
haya tomado antes del consentimiento. La Escritura dice: “El hombre, deja a su
padre y a su madre y se une a su esposa” (Mateo 19, 4-6).
Un
buen profesional, será muy eficiente cuando ponga sus afectos y sentimientos al
servicio de su misión. Un sacerdote será un buen pastor de almas, cuando
sus sentimientos estén en Dios, en su Palabra y en su misión. Al contrario,
cuando las personas no gozan de buenos sentimientos, sus vidas se convierten en
un mal para la sociedad. Por ejemplo: aparece el mal más común, la soberbia.
Viene la envidia. La mentira. El oportunismo.
El
apóstol san Pablo invita a vivir una fe digna en el Señor, limpia y
transparente. Dice el santo: Todo lo que sea verdadero, digno y justo.
Amable, honorable, en eso hay que meditar. (Filipenses 4, 8). La persona del buen tesoro de su corazón,
saca lo que es bueno. De la abundancia del corazón habla la boca. (Lucas 6,
45). La Palabra de Dios penetra hasta la
división del alma y del espíritu. Discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón. Nadie puede engañar a Dios. (Hebreos 4, 12).
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