28 de julio 2024. Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Hoy el
Evangelio de la Liturgia nos habla del milagro de los panes y de los peces (ver
Juan 6,1-15). Un milagro, es decir, una "señal", cuyos protagonistas
realizan tres gestos que Jesús repetirá en la Última Cena. ¿Cuáles son estos
gestos? Ofrecer, agradecer y compartir.
Primero:
oferta. El Evangelio habla de un niño que tiene cinco panes y dos peces (ver
Juan 6:9). Es el gesto con el que reconocemos que tenemos algo bueno que dar y decimos nuestro "sí", aunque
lo que tenemos sea muy poco comparado con nuestras necesidades. Esto se
subraya, en la Misa, cuando el sacerdote ofrece el pan y el vino sobre el
altar, y cada uno se ofrece a sí mismo, su propia vida.
Es un gesto
que puede parecer pequeño, si pensamos en las inmensas necesidades de la
humanidad, así como los cinco panes y los dos peces frente a una multitud de
miles de personas; pero Dios hace de ella la materia del milagro más grande que
existe: aquel en el que Él mismo, ¡él mismo!, se hace presente entre nosotros,
para la salvación del mundo.
Y así
entendemos el segundo gesto: dar gracias (ver Juan 6:11). El primer gesto es ofrecer, el segundo es dar gracias. Es decir, decir
al Señor con humildad, pero también con alegría: "Todo lo que tengo es
don tuyo, Señor, y para agradecerte sólo puedo devolverte lo que primero me
diste, junto con tu Hijo Jesucristo, añadiendo a hago lo que puedo.””. Cada uno
de nosotros puede aportar algo. ¿Qué puedo darle al Señor? ¿Qué puede dar el
pequeño? Pobre amor. Di: “Señor, te amo”. Nosotros, los pobres: ¡nuestro amor
es tan pequeño! Pero podemos dárselo al Señor, el Señor lo acoge con agrado.
Ofrece, da gracias y el tercer gesto es
compartir. En la Misa es Comunión, cuando juntos nos acercamos al altar para
recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo: fruto del don de todos transformado por el
Señor en alimento para todos. Es un hermoso momento, el de la Comunión, que nos
enseña a vivir cada gesto de amor como un don de gracia, tanto para quien da
como para quien recibe.
Hermanos,
hermanas, preguntémonos: ¿realmente creo, por la gracia de Dios, que tengo algo
único para dar a mis hermanos, o me siento anónimamente “uno entre muchos”?
¿Soy protagonista de un bien para ser donado? ¿Estoy agradecido al Señor por
los dones con los que continuamente me demuestra su amor? ¿Siento el compartir
con los demás como un momento de encuentro y enriquecimiento mutuo?
Que la
Virgen María nos ayude a vivir con fe cada celebración eucarística, y a
reconocer y disfrutar cada día los "milagros" de la gracia de Dios. Fuente: Vatican. Va.