Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Al ver
esto, los fariseos le dijeron: “Mira que tus discípulos hacen lo que no está
permitido en sábado”.
Pero Él les respondió: “¿No han
leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró
en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba
permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes?”.
Mateo 12, 1-8
El
legalismo es incompatible con el anuncio novedoso del Evangelio y las valiosas
maneras de pensar en Jesús de Nazareth. Una religión no se puede vivir con
intransigencia. El presupuesto del Hijo de Dios es el perdón, la bondad, la
misericordia, vivir como hermanos, siempre dispuestos para servir a los demás.
Los fariseos reconocidos como una
secta judía donde se promovía la pureza sin derecho a equivocarse y el
legalismo en el comportamiento religioso de las personas; según eso, los que
logren ese perfeccionismo, serán los que tengan derecho a gozar de todo lo que
ofrece Dios. Razón tiene la Sagrada
Escritura cuando advierte: “La ley mata, el espíritu es el que da la vida”.
El
apóstol san Pablo catequiza sabiamente a quienes viven en Colosa,
advirtiéndoles el error tan gran grave que es juzgar a los demás imponiendo la
ley y lo que verdaderamente vale en materia de salvación es la persona real de
Jesucristo. Dice el apóstol: “que
nadie los venga a criticar por lo que comen o beben, por no respetar fiestas,
lunas nuevas o el día sábado. Tales cosas no eran más que sombras, mientras que
lo real es la persona de Cristo.
No permitan que se lo quite quienes
vienen con una religión muy temerosa y que sirven a los ángeles. En realidad,
sólo hacen caso de sus propias visiones y se inflan con sus propios
pensamientos, en vez de mantenerse en contacto estrecho con aquel que es la
cabeza. Si ustedes han muerto con Cristo
y así se han liberado de los reglamentos del mundo, ¿por qué se dejan adoctrinar ahora como si todavía fueran del mundo? (Colosenses 2, 16-20).
El
Papa Francisco recomienda purificar nuestro corazón de la hipocresía y del
legalismo. “Cuál es el verdadero centro de la experiencia de la fe, es
decir, el amor de Dios y el amor al prójimo, purificándolo de la hipocresía del
legalismo y del ritualismo”.
El apóstol Santiago enseña que la
religión verdadera consiste en: ayudar a los huérfanos y a las viudas. No
contaminarse con la corrupción de este mundo. Si alguno se cree muy religioso,
pero no controla sus palabras, se engaña así mismo y su religión no es válida.
(Santiago 1, 26-27). (cfr. Ángelus, 2 de septiembre, 2018).
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