Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
No hay nada
oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse.
Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les diga al oído,
pregónenlo desde las azoteas. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero
no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de
castigo el alma y el cuerpo.
¿No es verdad que se venden dos
pajaritos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si
no le permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza
están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que
todos los pájaros del mundo.” °°° Mateo 10, 24-33.
El
ideal es que los misioneros del Nazareno, no dejen de anunciar el Evangelio.
Ese es un gran reto en medio del desconcierto, la crítica destructiva, la
persecución, la envidia. Dios quiere que aprendamos a vencer el miedo. A vencer
todos aquellos momentos, comentarios, displicencias de aquellos que no están de
acuerdo con la Palabra de Dios.
El miedo lo definen desde el punto de vista de
la psicología como una emoción desagradable, una actitud que nos hace sentir
muy mal, una angustia ante el peligro inminente, una desconfianza de lo que la
persona verdaderamente desea hacer.
Aprendemos
de la Sagrada escritura que Dios siempre imprime fortaleza, confianza y
bendición en todos aquellos que deseen poner su confianza en Él. En el año
800 antes de Cristo el profeta animaba al pueblo diciendo: “Israel, tú eres mi
siervo, tú eres mi elegido, raza de Abraham mi amigo, tú eres mi servidor, yo
me fijé en ti y te elegí. No tengan miedo yo estoy con ustedes. No miren con desconfianza, yo soy Dios.
Yo te he dado fuerzas, auxilio. Tus adversarios serán reducidos y perecerán.”
(Isaías 41, 8-11).
El apóstol san Pablo anima y
fortalece la vocación y misión de Timoteo diciendo: Te invito a que reavives el don que Dios te regaló. Dios no
nos dio un espíritu de timidez sino de fortaleza, de amor y de buen juicio. No
te avergüences. (II Timoteo 1, 6-8). El apóstol san Juan enseña que en el amor no hay temor.
El amor
perfecto echa fuera el temor. Quien teme no conoce el amor perfecto. (1 de Juan
4, 17-18). El apóstol de los gentiles recomienda a los que viven en Filipo: Estén siempre alegres en el Señor. El
Señor está cerca, no se inquieten por nada. El Dios de la paz, siempre estará
con ustedes. (Filipenses 4, 4-9).
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