Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús vio
a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de
impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús
estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se
sentaron a comer con Él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a
los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”
Jesús, que había oído, respondió:
“No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan
y aprendan qué significa: «Yo quiero misericordia y no sacrificios». Porque Yo
no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. Mateo 9, 9-13.
Jesucristo
centra la fe, la vida cristiana, la misión que desea que todos los bautizados
cumplamos: Se trata de practicar la
misericordia. Esa es la esencia de un buen cristianismo. Podría ser válida
la siguiente pregunta: ¿Cómo debo tratar a los demás? En el año 750 a.C Un profeta responde
invitando al pueblo, a regresar por los caminos de Dios. Primero nos recuerda
la esencia de Dios como amor y bondad. Segundo, nos regala clave para vivir de
acuerdo a la voluntad de Dios: “Quiero amor, no sacrificios. Conocimiento de
Dios, no holocaustos. (Oseas 6, 6).
El
mayor deseo del Hijo de Dios, es que logremos vivir una fe y una religión más
con las obras y menos con las palabras. Dice la Escritura: En toda labor
debe haber un fruto. Mas las vanas palabras de los labios empobrecen.
(Proverbios 14, 23). San Pablo recomienda vivir un cristianismo, siendo
benignos los unos con los otros, misericordiosos y perdonando de verdad.
(Efesios 4, 32).
El
Papa Francisco nos enseña que el Testimonio de vida, es el primer medio de
evangelización. La
evangelización es más que una simple transmisión doctrinal y moral. Es en
primer lugar testimonio: no se puede evangelizar sin testimonio; testimonio del
encuentro personal con Jesucristo, Verbo Encarnado en el cual la salvación se
ha cumplido. Un testimonio indispensable porque, ante todo, el mundo necesita «evangelizadores que le
hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente»
(cfr. Audiencia, 22 de marzo, 2023).
San
Pablo VI, Papa, recordaba la importancia del testimonio de vida, según san
Pedro: San Pedro lo expresaba bien cuando exhortaba a una vida pura y respetuosa, para que si alguno se muestra rebelde
a la palabra, sea ganado por la conducta. (1 Pedro 3, 1). Será sobre todo
mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo,
es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y
desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo,
en una palabra, de santidad. (Evangelii Nuntiandi, 41).
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