25 de octubre 2025. “Esperar es no saber” Audiencia jubilar Papa León XIV. Plaza de san Pedro.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Habéis llegado a la meta de vuestra peregrinación, pero,
como los discípulos de Jesús, ahora debemos aprender a habitar un mundo nuevo. El
Jubileo nos ha hecho peregrinos de la esperanza precisamente por eso: todo
debe verse ahora a la luz de la resurrección del Crucificado. ¡Es en esta
esperanza que somos salvados!
Sin embargo, nuestros ojos no están acostumbrados a ella.
Por eso, antes de ascender al cielo, el Resucitado comenzó a educar nuestra
mirada. ¡Y sigue haciéndolo hoy! En realidad, las cosas no son lo que parecen:
el amor ha triunfado, aunque tengamos ante nuestros ojos tantos contrastes y
veamos el choque de tantos opuestos.
En una época igualmente convulsa, en el siglo XV, la Iglesia
tuvo un cardenal aún poco conocido. Fue un gran pensador y defensor de la
unidad. Se llamaba Nicolás y provenía de Kues, Alemania: Nicolás de Cusa. Él
puede enseñarnos que esperar también es "desconocer". Como
escribe San Pablo: "¿Cómo se puede esperar lo que se ve?" (Romanos 8,
24).
Nicolás de Cusa no pudo ver la unidad de la Iglesia,
sacudida por corrientes opuestas y dividida entre Oriente y Occidente. No pudo
ver la paz en el mundo ni entre las religiones, en una época en la que el
cristianismo se sentía amenazado desde fuera. Sin embargo, mientras viajaba
como diplomático del Papa, oró y reflexionó. Por eso sus escritos están llenos
de luz.
Muchos de sus contemporáneos vivían con miedo; otros se
armaban, preparando nuevas cruzadas. Nicolás, sin embargo, desde joven
eligió relacionarse con quienes albergaban esperanza, quienes profundizaban
en nuevas disciplinas, quienes releían los clásicos y recurrían a las fuentes.
Creía en la humanidad. Comprendía que los opuestos deben mantenerse unidos,
que Dios es un misterio en el que lo que está en tensión encuentra unidad.
Nicolás sabía que no sabía, y así comprendía cada vez más la realidad. ¡Qué
gran don para la Iglesia! ¡Qué llamada a la renovación del corazón! Estas
son sus enseñanzas: crear espacio, mantener unidos los opuestos, esperar en lo
que aún no se ve.
Lo mismo ocurre en la Iglesia de hoy. ¡Cuántas preguntas
interpelan nuestra enseñanza! Preguntas de los jóvenes, preguntas de los
pobres, preguntas de las mujeres, preguntas de quienes son silenciados o
condenados por ser diferentes de la mayoría. Vivimos en una época bendita:
¡cuántas preguntas! La Iglesia se convierte en experta en humanidad si
camina con la humanidad y se hace eco de sus preguntas en su corazón.
Queridos hermanos y hermanas, Esperar no es saber. No
tenemos ya las respuestas a todas las preguntas. Pero sí tenemos a Jesús.
Sigamos a Jesús. Y así, esperemos lo que aún no vemos. Convirtámonos en un
pueblo donde los opuestos se combinan en unidad. Entremos como exploradores en
el nuevo mundo del Resucitado. Jesús nos precede. Aprendemos, avanzando paso a
paso. Es un camino no solo de la Iglesia, sino de toda la humanidad. Un camino
de esperanza. Fuente: Vatican. Va.
